Por: Equipo de Colaboradores del BIS (Banco de Información Sexual)
A cada adulto se le impone la necesidad de enseñar al niño, desde pequeño, a ser cuidadoso, a comer sin manchar el mantel o la ropa que lleva puesta, a que utilice los objetos sin ensuciarlos ni romperlos, etcétera.
Es vital infundirle al menor este deseo, a acostumbrarlo, por ejemplo, a llevar siempre los zapatos limpios y así se sentirá mal e inhibido al tenerlos sucios o llenos de polvo.
Si al correr por la sala derriba una silla, sin discursos ni saliéndonos de nuestras casillas, debemos hacerles entender que este no es el lugar adecuado para esa actividad y que, además, la silla no debe golpearse, no debe romperse y que todos los muebles y objetos han de cuidarse para que el hogar aparezca bien bonito.
Es necesario también tener particular interés en el cuidado de las cosas de los demás y en especial las de uso social. Por eso nunca debemos permitirle que sea negligente con los objetos y bienes de la comunidad, tales como la calle, el parque, la escuela, el cine, el teatro y cualquier otra instalación pública. Todo mediante explicaciones que le permitan comprender que esos sitios son para el disfrute y bienestar de todos.
La responsabilidad no implicas el temor, el castigo, sino el sentimiento de la incomodidad que se experimenta cuando se tiene la culpa del deterioro o destrucción de algo.
De ahí que no se debe reprimir al menor por el deterioró de las cosas o amenazarlo con castigos, sino procurar que vea el daño ocasionado por su actitud indolente y se arrepienta de ello.
Debemos explicarle todos los efectos de la negligencia. Si rompe un juguete, por ejemplo, no de lo debe botar, pero tampoco apresurarse a comprarle otro. Es imprescindible hacerle ver la necesidad de repararlo y que el propio niño o niña llegue Al convencimiento de que si ahora no lo posee es debido a su descuido.
Lo importante que el niño o niña conozca e interiorice los efectos de la negligencia. Así comprenderá que alguno de sus actos causan daño y se den cuenta que las cosas incorrectas disgustan a las personas que lo rodean. Esta es la mejor lección para el surgimiento de las premisas de la responsabilidad
La indolencia no aparece en el menor si al cuidado de las cosas y a la formación de la responsabilidad en el infante les damos su debido lugar y su correspondiente atención.
LOS NIÑOS TAMBIÉN NECESITAN SER ESTIMULADOS
El estímulo es una necesidad fundamental del ser humano, y en la educación infantil, desde los momentos iniciales de la vida, resulta más que vital para garantizar un desarrollo normal y equilibrado.
En el niño pequeñito, los estímulos más poderosos para él son muy elementales. Radican en la sonrisa cariñosa de quienes lo rodean, en las caricias de la madre y el padre, en frases amorosas, y son tan imprescindibles que la ausencia de ellos en la edad temprana puede ocasionar serios problemas y desajustes sicológicos, así como dar origen a rasgos negativos que perduran el carácter del adulto.
A medida que crece aprende a realizar ciertas acciones, como hablar, comer solo, vestirse, valerse por sí mismo en sus necesidades básicas.
La adquisición de tales hábitos resulta una manera idónea de reafirmación de la personalidad. Pero ¿cómo sabe el niño o niña si está aprendiendo bien o por el contrario, si hace las cosas incorrectamente?
Un halago, una corrección a tiempo, una frase oportuna, un gesto, pueden indicarle que los resultados de sus esfuerzos son positivos, y además, cuando ha cometido errores se sentirá motivado a insistir y mejorar su comportamiento.
Ya en la edad escolar, la estimulación representa una gran ayuda para el muchacho. Una tarea bien hecha, libretas limpias y cuidadas, la buena disciplina merece el reconocimiento de educador, que puede ser un elogio, una felicitación en privado o delante del grupo. Las buenas notas, la promoción, los éxitos escolares en general también deben ser correspondidas por los padres con demostraciones de encomio y afecto.
Los estímulos educativos han de ser fundamentalmente morales, aunque si lo creemos oportuno podemos ofrecer un regalo. Los niños experimentan un extraordinario regocijo cuando al término del curso escolar reciben el homenaje de sus maestros y compañeros por el resultado de los esfuerzos realizados durante el periodo docente.
Ciertos padres, sin embargo, consideran que las compensaciones materiales son las mejores para sus hijos, y en ocasiones les hacen costosos regalos aun sin merecerlo, pues son alumnos con problemas serios en sus evaluaciones, incluso que no han logrado promover, Tales recompensas se convierten en deformadoras.
Expertos en Sexualidad: Chaile López Álvarez y Elsa Vargas Obiedo
Embajada de Fraternidad en Cuba
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